Mi vida

Era demasiado bueno para durar…

Una cajetilla de cigarros y un poco de alcohol nos abrió la puerta a hablar de vivencias ajenas que hacemos propias y propias que decimos ser ajenas … ¡Vaya que la vida nos hace jugarretas!

Me decía Ernesto que todos somos pescadores pero algunos de nosotros sin los conocimientos para ver la tormenta desde lejos, sin saber esas cosas primordiales que se deben saber para navegar en mar abierto. Todos somos pescadores en la vida, unos experimentados, otros novatos y otros más, veteranos. Algunas veces debemos dejar que la mar nos guíe.

Compartíamos los miedos de estar lejos de la costa, la paz cuando la mar está en calma, la valentía cuando nos enfrentamos a tormentas, la inteligencia para crear estrategias y sobrevivir, la satisfacción al tener al pez soñado, el coraje al combatir tiburones, la decepción y la tristeza al naufragar… La duda y el arrepentimiento al ir a la deriva después de una épica lucha.

«Era demasiado bueno para durar. Ahora pienso que ojalá hubiera sido un sueño y que jamás hubiera pescado el pez y que me hallara solo en la cama sobre los periódicos»

Es necesario contemplar tu derrota. Quedarte ahí sobre tus rodillas, cubierto en sudor, con heridas abiertas y tú respiración agitada para intentar comprender lo que sucedió… Sino pasas por el proceso ¿De qué sirvió zarpar a la mar?

Creo que Ernesto y yo nos podemos hundir terriblemente en la melancolía con tanta facilidad que mejor tomamos algunos sorbos de nuestros tragos y nos enfocamos en las filosofías que surgen cuando hay alcohol de por medio.

*El viejo y el mar – Ernest Hemingway

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